Cuaderno de bitácora, día 1: No es una gallina, no es Rumanía. Es una crónica.

En ésta ocasión, Potas de Empresariales, sin duda el más sensato del grupo (aunque tienes sus pequeñas cosillas, como por ejemplo ser un puto perfeccionista en todo, eh? Que hasta cuando caían billetes daba la bronca al pandereta por no pasar en trazadas verticales y paralelas entre mesas) ha acompañado, digo, salvado una comitiva encabezada en rango por el M.I. Subjefe Meo. El mismo que se encargó de amenizar el avión de El Prat a Belgrado. No se conoce hasta la fecha a ninguna azafata que, en medio de la explicación de cómo ponerse la mascarilla de oxígeno,… En fin.  Potas de Medicina y Grima (a quién éstos días bautizamos en según qué momentos como “Gringeldank”) cerraban el Dream Team.

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Veréis: la broma que Rumanía y en general el universo está bajo control de gallinas, (algunas de ellas hasta camufladas bajo la apariencia de seres humanos), nos duró desde que recogimos el coche y Grima soltó un: “Todas las serbias están buenísimas tu. ¿Habéis visto esa señora, por ejemplo? Gallina vella fa bon caldo!” hasta que aterrizamos de vuelta a casa. Por suerte la teoría, y la distancia impuesta entre nosotros al final del viaje, ha permitido poner fin a una gilipollez que se ha adueñado de nuestras mentes durante unas cuantas noches. En cualquier caso, no deja de ser verdad esa frase. La primera noche de jarana tuvimos a bien salir a bailar turbofolk a unas discotecas flotantes que tienen ahí montadas sobre el Danubio. A la noche siguiente, el más pesado, digo, insistente (o sea, Grima) consiguió freírle el cerebro a Dina. Grima dice que se trata de ser cortés y reír. El resto opinamos que a la chavala le colapsó el cerebro después de estar expuesta tantas horas a la lengua viperina del Gringeldank. […]

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En cualquier caso, comienza la ruta por tierras rumanas. Primera parada, Timisoara. ¿Sabéis los que se juntan todos en un par de mesas y te comienzan a cantar? Pues esos mismos eran la crême de la crême en Timisoara. En boca de uno de ellos: “Somos los dueños de esta ciudad, y nos habéis caído bien. Bebed y cantad para nosotros”. Las cuatro botellas de tequila Patrón que pidieron para saciar nuestra sed y los billetes que nos tiraban sostenían su posición, hasta que ésta se confirmó al toparnos con dos patrullas de policía y ver a los tíos tutearse con el chaval que acababa de salir de la academia. […] Nos invitaron a un kebab y a dormir. Qué considerados, falta gente así en éste mundo. 

De la siguiente parada, Cluj-Napoca, sólo se recuerdan dos cosas. La primera, un hombre muy simpático acompañado de una mujer aún más simpática que conocimos en la primera terraza del parche. Nos invitó a unas rondas de cerveza y palinka, momento en el que dimos oficialmente por concluido el parche. De la segunda, dado que esto es una crónica censurada, no me acuerdo. Esa noche también nos acercamos a la discoteca de moda del lugar, donde Potas el Bueno encandiló a una angelical y suntuosa lugareña mientras el resto conversábamos amistosamente con el chaval (vamos, que le dábamos conversa) que la acompañaba. […] Había un álbum de pegatinas. Al día siguiente volvimos al lugar donde tuvimos a bien de conocer a dos chavalas de Madriz con quién pasamos la noche y el día siguiente en el lago Tarnica.

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Por la noche llegamos a Sigisoara. Alto aquí. Qué castillo, qué cena, qué bueno el chiste del caldo, de qué, de pollo… Al día siguiente cayeron los billetes bajo la atenta mirada de Vlad “El Empalador”, cuyo cementerio profanamos haciéndonos fotos como ocas cualquieras. Sibiu iba a ser la recta final… Esa misma noche conocimos a Basile, un cachondo mental cuya vida se resume en que todo lo que le había pasado le había conducido a ser el dueño de la discoteca más exclusiva de la ciudad y tener como esposa a una húngara propia del Playboy. Como el tío tenía como socio a un cura (y esto también es verdad, como todo lo que estamos contando. Tenía a un cura ortodoxo como barman), suponemos que debería tener línea directa con sus dioses. La última noche en Sibiu, Basile nos invitó a una barbacoa. Tenía que ser eso una mega fiesta española con vedets y peña a raudales. Nos encontramos a unos críos jugando al Fifa en la terraza del chillout, las derrotas también hay que admitirlas. Sea como sea, el cura-chef nos preparó unos bratswurt riquísimos y ya para entonces Potas el Nuestro y Grima conversaban cordialmente con Sandra. Escudando a su homónimo, el de Empresariales sorprendió con una maniobra visual al Gringeldank (para entonces ya había metamorfoseado). Le dijo: “Eh! Mira a esas! Te están sonriendo!”, a lo que Grima dejó escapar a la dulce parejita, aunque éste y Meo no se lo pondrían fácil. De hecho, esta pareja de capullos no se lo iban a poner fácil a nadie esa noche… […]

Belgrado fue la última parada, el epílogo, la cirereta del pastís. En ésta ocasión Dina trajo consigo a Tamara […]. San Tuno no podía ser más pillo al sorprender a Potas Empresariales, que tenía que coger un vuelo a las 6:00 de la mañana, la misma noche con un corrillo de jóvenes palpitantes. Se lo pensó, pero al final tomó la mala decisión y San Tuno lo tuvo 24 horas dando tumbos por el mundo entre transbordos y escalas. El resto disfrutamos de una agradable comida (gastronómica) en un restaurante en el que, al fin, nos clavaron una pasta.

Rumanía y Serbia, dos países a los que nunca debéis ir, y menos de Tuna. ¡Ya lo hemos quemado todo! Somos todo oídos para oír vuestras aventuras de verano. Cordialmente,

Potas Empresariales, Meo, Potas Medicina y Grima

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